Envías un mensaje por WhatsApp a un compañero de trabajo con un contenido importante. El destinatario lo lee, y prueba de ello es el controvertido doble check azul que Meta introdujo para que el remitente conociera el destino de su mensaje. Pasan los minutos, las horas, y sigues sin tener una respuesta. La primera reacción es de extrañeza: nuestro cerebro odia los cabos sueltos y una no respuesta es como tener una herida sangrante y sin cerrarse. ¿Estará enfadado por algo? ¿Le habrá pasado algo? Los primeros pensamientos tóxicos empiezan a invadirnos, y eso supone un punto de inflexión con consecuencias insospechadas.
En realidad, lo que está sucediendo es el difícil equilibrio entre unas normas no escritas de cortesía (la conocida como netiqueta) y la situación real en la que se encuentra cada uno de los interlocutores. “Los motivos de no dar una respuesta inmediata pueden ser múltiples”, explica Cristina Villalonga, vicerrectora de Educación Digital y Tecnología de la Universidad Nebrija. “Es posible que la persona esté ocupada en ese instante y no pueda responder, pero también puede ser que el interlocutor tenga otros tiempos de gestión de la comunicación en estos espacios y tenga plazos más extensos”, explica.
Como puede apreciarse, el hecho de no tener delante de forma física al interlocutor genera incertidumbre en quien envía el mensaje: “Todo esto sucede porque no tengo al receptor delante”, explica Joan-Salvador Villalonga, psicólogo. “Solo veo el doble check azul y el vacío de información restante lo llena la ansiedad”, añade. Y es cierto, no saber qué ha sucedido con el mensaje nos puede jugar malas pasadas y aunque cabría la posibilidad de estar ante alguien con poca educación que no quiera responder, en la mayoría de las ocasiones, esta falta de respuesta se debe al contexto en el que se encuentre la otra persona (en una reunión, en el dentista, etc.).
“Es importante tener en cuenta que el receptor puede estar haciendo algo que le impide responder en este momento”, dice Villalonga, “y simplemente prefiere esperar a hacerlo más tarde; no tiene por qué significar algo malo. Es mejor aprender a tolerar la ambigüedad”. Pero, por el momento, nos estamos centrando en el impacto que tiene en el remitente la no lectura o no respuesta ante un mensaje; de hecho, para terminar de complicar todavía más las cosas, son tres los escenarios a los que se enfrenta el remitente: la confirmación de lectura (doble check azul), la de entrega (doble check en gris) y el peor de todos, el check simple en gris. ¿Qué significa cada uno?:
Como se puede apreciar, los escenarios son infinitos cuando un remitente pulsa sobre el botón enviar en WhatsApp. Sabiendo esto, ¿cuál es la forma más adecuada de actuar? Cristina Villalonga sugiere ceñirse a las normas elementales de comunicación: “Es importante conocer la netiqueta digital, esto es, el conjunto de normas de comportamiento en el ciberespacio”, explica, “y estas reglas no son más que una adaptación de las reglas de etiqueta del mundo real (físico) al virtual. Suelen resumirse en diez reglas básicas, como son: presentarse de forma adecuada, respetar la privacidad de los otros, evitar el ciberacoso, verificar las fuentes de información, seguir las normas de la plataforma digital, respetar los tiempos de los otros, no olvidar responder los mensajes, compartir conocimientos, enviar archivos en formatos adecuados y disculpar las equivocaciones”.
Básicamente, se trata de trasladar las normas de cortesía básicas del mundo real al digital. ¿Se imagina llegar a la oficina, preguntar a un compañero si quiere café y encontrarse con el silencio como respuesta? Por otro lado, y para evitar pasar un mal rato o desatar una guerra ante lo que, posiblemente, sea un malentendido, los expertos nos recomiendan una medicina infalible: la paciencia. “Simplemente, aprender a esperar”, explica Villalonga. “Cuando te ves esperando muchas veces aprendes que no pasa nada, que la otra persona habitualmente acaba respondiendo y que la espera no significa nada malo, con lo cual ves que la preocupación no estaba justificada”, añade.
En la gran mayoría de las ocasiones hay una causa que justifique una no respuesta o una respuesta tardía. Llevarse disgustos o empezar a ver fantasmas ante algo de lo que no se tiene todo el contexto, es un recorrido que no aporta nada al remitente. ¿Quiere esto decir que toda la responsabilidad de la gestión de estos conflictos se encuentra en el destinatario? Ni mucho menos; el remitente debería respetar unas normas básicas basadas en la empatía: una breve respuesta, un “luego te contesto”, una reacción al mensaje —esta última, es la opción más simple y menos comprometedora, puesto que no induce a una respuesta—, serán suficientes para que la comunicación se lleve a cabo con éxito.
Los expertos destacan que en ningún caso compensa llevarse un disgusto o elevar una enemistad ante un mal uso de WhatsApp. En la mayoría de las ocasiones, los problemas de comunicación vienen derivados por la ignorancia o el despiste.
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