Hace unas semanas, estando de compras, me pasó algo que hacía tiempo que no me sucedía cuando estoy probando un gadget nuevo: al ir a pagar en la caja, lo hice golpeando con los nudillos sobre el TPV y el cajero del supermercado no pudo evitar hacer un comentario de sorpresa. Al final, toda la gente de alrededor se interesó por ver qué pasaba. Parecía un montaje, pero la realidad es que llevaba puesto un anillo inteligente con función de pago.
Aunque todavía no están muy extendidos y no se ven habitualmente en la calle, la cantidad de modelos que ya hay disponibles para este y otros usos, y la apuesta por ellos de grandes firmas como Samsung, hacen pensar que serán el próximo dispositivo de moda. Por el momento, los anillos inteligentes que ya están a la venta son dispositivos nada económicos en los que, eso sí, se emplean materiales de primera calidad —tienen que ser muy resistentes para aguantar el día a día— y, en muchas ocasiones, se fabrican específicamente para quien lo compra.
Al elegirlos, seleccionar la talla correcta es esencial. Y eso no es fácil: en mi caso, por ejemplo, he notado cómo los anillos que me quedan bien en los días más fríos me aprietan al llegar el calor —y al revés—, incluso he sentido que el ajuste varía a lo largo del día. Dicho esto, todos los modelos ofrecen la posibilidad de enviar un kit para elegir la talla perfecta. De ahí que, entre unas cosas y otras, puedan pasar semanas desde que se confirma la compra hasta que se recibe en casa.
Aunque por lo general son algo más grandes que un anillo normal, se suele recomendar llevarlos en el índice y no resultan incómodos. Simplemente, hay que acostumbrarse a hacer todo con ellos: al principio me los quitaba continuamente para que no se ensuciaran, mojaran o golpearan, con el consiguiente riesgo de perderlos, y en más de una ocasión me he dejado alguno olvidado. Una vez que se es consciente de que son realmente resistentes y de que no es necesario quitárselos, se llevan con mayor tranquilidad.
Pero, ¿para qué sirven estos anillos? Hay dos grandes grupos: los que sirven como método de pago y el grupo de los que están más centrados en el registro de la actividad.
Rikki, por ejemplo, es un modelo de fabricación española que apuesta por una estética minimalista y está fabricado con cerámica hipoalergénica a prueba de rayones, agua y golpes. Me gusta especialmente porque tiene una versión muy estrecha que resulta comodísima y discreta de llevar. Además, aunque se puede activar y desactivar desde el móvil, funciona de forma totalmente independiente y no hay que cargarlo. Y es uno de los modelos más económicos. Su funcionalidad se limita a los pagos contactless: cuenta en su interior con un chip NFC de seguridad bancaria, certificado por Visa y MasterCard, que encripta los datos para que nunca queden expuestos. Cada vez que vayas a pagar más de 50 euros, además, pide un pin. Es muy fácil de hacer y todo va explicándose paso a paso al poner en marcha el anillo, aunque hay tarjetas que no funcionan a través de este sistema: únicamente es compatible con las Revolut o con tarjetas virtuales creadas a través del servicio Curve.
El de cnick tiene una funcionalidad muy similar: cuando quieres pagar, debes dar un par de golpes con los nudillos en el terminal de pago y esperar un par de segundos; llama mucho la atención. El aspecto que más valoro es que es, además, un sistema muy seguro porque al conectar la tarjeta de pago se crea un token que solo puede utilizarse en el anillo y no hay forma de usarlo para hacer pagos online ni nada por el estilo. Como complemento, este modelo añade la posibilidad de convertirse en una llave para abrir el Tesla. No he podido probar esta opción, pero la teoría dice que con solo apoyar el nudillo en la ventanilla, bajo la cámara lateral del conductor, se desbloquean; es compatible con los Model S y Model X fabricados a partir de 2021 y los todos Model 3 y Model Y. Entre sus aspectos a mejorar, tiene un tamaño algo más grande que los de la competencia.
El resto de modelos que he podido probar tienen una funcionalidad completamente distinta: la monitorización de la actividad y la calidad del sueño. En este caso, todos tienen batería y deben cargarse. RingConn, por ejemplo, viene con una caja que sirve para guardarlo y como estuche de carga; el sistema más cómodo de todos los que he probado. Y puede estar sin recargarse más de una semana. Forjado en titanio, está disponible en tres colores y es uno de los más grandes, aunque también muy ligero. Hace un seguimiento de la frecuencia cardíaca, el oxígeno en la sangre y otros signos vitales, así como el sueño, la actividad y el estrés. Todo lo muestra de forma muy clara y se valora con una puntuación para que de un simple vistazo sepas tu estado de salud.
El anillo Ring AIR de Ultrahuman tiene una funcionalidad muy similar y, además, elabora informes semanales de forma automática —con el modelo anterior, por ejemplo, había que generarlos manualmente—. En ellos ves de forma gráfica qué ha mejorado y qué ha empeorado y muestra consejos sobre cómo hacerlo. Una de sus principales ventajas es que es completísimo para la medición de sueño: además de informar sobre las fases del sueño y dar una puntuación que sirva como referencia, también ofrece información detallada sobre su eficiencia, la temperatura de la piel, la bajada de pulsaciones o el nivel de oxígeno en sangre.
Circular Ring, por último, añade una funcionalidad adicional: vibra. Y esa vibración puede emplearse para programar alarmas silenciosas o para crear un calendario de medicación y que el anillo recuerde que es el momento de tomar la siguiente dosis. Incluso puede usarse para hacer ejercicios de respiración guiados. Tarda 14 días en calibrarse y, a partir de ahí, es capaz de mostrar todo tipo de estadísticas. Es compacto y resistente, se puede emplear para hacer ejercicio y para comprobar cómo es la recuperación teniendo en cuenta el nivel de oxígeno en sangre, pero su batería es la que menos dura y el cargador es bastante incómodo.
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